NADA, NADIE, ESTO
Sólo soy fuerte mientras lucho: si mi casa arde, deshielo un silencio. He resuelto, después de confundir las inundaciones con el mar y sobrevivir con vivir —y viceversa—, procurarme cierta incomodidad. Y disfrutar. Del buen vino y la comida. Y quitarle una pata a la silla, ¿Cómo voy a celebrar la muerte? Y he brindado como una araña y se me ha acusado: ¡despreocupado! Y yo con el zapato roto. ¿Cómo no voy a celebrar la vida? Tres banquetas, una mesa, una hornalla; catorce libros, dos cuadernos, una cama. Si mi casa se mueve, el vino se añeja, y yo me adapto. Yo. Pero cada ventana es una trinchera, hay hambres que no son símbolos. ¿qué haré al respecto? ¿quién firmará la paz cuando no esté? ¿qué atravesará esa puerta?