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Intifada silenciosa

Estos hilos de ausencia transitan el vacío, como un eco unen lo efímero. Como una daga desangran el olvido, brotan como flores en la memoria, huérfanas de historia; ¿Qué palabra escribe el silencio cuando todo es muro y la muerte, desplomada, cubre el mantel?
Has soñado con aceitunas. Has leído que pueden ser elípticas, verdes, moradas, negras, marrones. Has leído que la aceituna "es lisa, con algunas depresiones; de textura suave, a veces rugosa"; todas cosas que ya sabías, después de todo, ¿cuántas veces has visto una aceituna? Y has seguido leyendo: la carne de la aceituna es suave, jugosa, con un sabor entre salado y ligeramente amargo y a veces dulce. Y el corazón, en cambio, es pequeño y duro. Y el aroma de la aceituna es intenso, frutal, con notas de hierbas y especias. Todas cosas que ya sabías, ¿no?, ¿cuántas veces has comido una aceituna? Has soñado con misiles. Has leído, también, que después de la caída de un misil persiste un olor a combustible quemado, como a gasolina y a diésel. Y que las telas quedan atravesadas por notas de plástico quemado y azufre. Y que la madera, el vidrio y el agua huelen a amoníaco. Y aún sin haber visto nunca nada de esto, has debido hacer del diario, un bollo. Pero ese olor químico aún se ...

Felino

  Soy hermano eterno de esa noche gemela escrita por los dioses. Pillañ y Dongzhi estuvieron de acuerdo al traspasarme con la brisa (consuelo de aquel verano); hay un dios por ocasión y vos te fuiste con la luna, demasiado apresurada. Y entonces me zambullí en tu movimiento sombrío; y oí una guitarra flamenca, una extensión lejana del andar tenaz de mis patas y mi venganza solitaria. Y descendí a lo lejos a través de nuestros techos, hacia la ventana pequeña de cantos y comidas y alegrias. Allí aguardaba una mano y una lata de atún iluminada; y tu ausencia fresca vaciando el cielo. Y hui también de la bestia, y fingí también la prisa: y clavé mis frágiles garras en todo tu rastro afilado. No es estético, ni poético dejar nuestras entrañas olvidadas en el suelo, ¡pero alguna noche, alguna noche, querida hay que jugarse la vida! — te dije aunque no estuvieras. Y desde entonces no he vuelto a despertar; y he desterrado mis creencias. Aunque a veces creo en ver tu sombra cuando doblo ...
 Madre, la comida china y yo tenemos un problema. Cuando menguó el mundo y las ruedas y la bicicleta y las voces y la casa, salí a buscar Comida China. Es decir: zapallitos y cebolla y huevo y croquetas de acelga y ensalada y papas y arvejas y lechuga y limón y lentejas y aceite y vinagre y huevo y pan casero y mate cocido y azúcar.  Es decir, nadie vendía tu ingenio, el sentido del nombre de las cosas  cuando se ocultan de la noche.
Estoy extraviado en los sentidos posibles de las cosas: la flor, un manifiesto; la bruma, residuo de lo que no está sucediendo. El sol brilla, los pájaros cantan, ayer, mañana y en este otro lado.
Si me preguntan quién soy,  por qué vuelo, a mí, que soy una rana diré que recé mojado a la noche de los árboles y al sol detrás para quedarme en la orilla.  (Me confundí entre las rocas para ganar el pan  con el sudor de mi veneno, protegí el ocio natural de mi existencia evitando escribir invierno, quieto, siempre quieto.) Diré que si soy presa, soy también la cacería; que soy el vuelo del halcón y que yo no soy mi muerte y que tampoco soy mi vida. Soy las cuatro garras en mi espalda, soy el punto de fuga de las cosas,  soy la textura sutil del instante, libre, siempre libre   y tan lleno de silencio.