Sólo soy fuerte mientras lucho: si mi casa arde, deshielo un silencio. He resuelto, después de confundir las inundaciones con el mar y sobrevivir con vivir —y viceversa—, procurarme cierta incomodidad. Y disfrutar. Del buen vino y la comida. Y quitarle una pata a la silla, ¿Cómo voy a celebrar la muerte? Y he brindado como una araña y se me ha acusado: ¡despreocupado! Y yo con el zapato roto. ¿Cómo no voy a celebrar la vida? Tres banquetas, una mesa, una hornalla; catorce libros, dos cuadernos, una cama. Si mi casa se mueve, el vino se añeja, y yo me adapto. Yo. Pero cada ventana es una trinchera, hay hambres que no son símbolos. ¿qué haré al respecto? ¿quién firmará la paz cuando no esté? ¿qué atravesará esa puerta?
Estos hilos de ausencia transitan el vacío, como un eco unen lo efímero. Como una daga desangran el olvido, brotan como flores en la memoria, huérfanas de historia; ¿Qué palabra escribe el silencio cuando todo es muro y la muerte, desplomada, cubre el mantel?
Soy hermano eterno de esa noche gemela escrita por los dioses. Pillañ y Dongzhi estuvieron de acuerdo al traspasarme con la brisa (consuelo de aquel verano); hay un dios por ocasión y vos te fuiste con la luna, demasiado apresurada. Y entonces me zambullí en tu movimiento sombrío; y oí una guitarra flamenca, una extensión lejana del andar tenaz de mis patas y mi venganza solitaria. Y descendí a lo lejos a través de nuestros techos, hacia la ventana pequeña de cantos y comidas y alegrias. Allí aguardaba una mano y una lata de atún iluminada; y tu ausencia fresca vaciando el cielo. Y hui también de la bestia, y fingí también la prisa: y clavé mis frágiles garras en todo tu rastro afilado. No es estético, ni poético dejar nuestras entrañas olvidadas en el suelo, ¡pero alguna noche, alguna noche, querida hay que jugarse la vida! — te dije aunque no estuvieras. Y desde entonces no he vuelto a despertar; y he desterrado mis creencias. Aunque a veces creo en ver tu sombra cuando doblo ...
Comentarios
Publicar un comentario